Por David Agüera
Estar en Cantabria para mí significa realizar un viaje maravilloso a través del tiempo.
Regreso a mi más tierna infancia gracias a todos los recuerdos, una sensación de nostalgia y encuentros fortuitos que con la noble gente que puebla estas tierras, me demuestra que los años no han pasado.
«Volví a ver la vieja iglesia, la bolera y la escuela. Aquellas tardes con niebla y la casa de la abuela…»suenan en mi mente. Es la letra de una de las canciones de los Tanea, unos de mis grupos favoritos. Con mis pies sobre el el verde pasto, contemplo una zona maravillosa como el Nansa, y mientras tarareo la canción me dispongo a emprender de tu mano, estimado lector, un viaje único por uno de los valles más bonitos del norte de España.
Rionansa es un municipio cántabro situado dentro de la comarca Saja – Nansa y que se encuentra a unos 73 km de Santander. En sus 17 poblaciones, que recorreremos palo en mano como manda la tradición, viven alrededor de 1200 habitantes que compaginan la dura labor del campo con trabajos en núcleos cercanos como Unquera, San Vicente de la Barquera, Cabezón de la Sal o Torrelavega.
Compruebo que aquí el tiempo parece haberse parado, conservando lo mejor de la tradición, sin renunciar, a las comodidades que nos aporta el tiempo en el que vivimos. Los mayores siempre decían que ningún verde era tan bonito como el que encontramos en los paisajes de Cabuérniga y el Nansa, y qué razón tenían. Quizás me esté dejando llevar por los sentimientos, y no puedo ser el más objetivo, pero estoy seguro de tener toda la razón. Antes de iniciar este camino por la montaña de Cantabria nos acercamos hasta la Ermita de Nuestra Señora del Carmen, pequeña y característica de la Época Moderna, este coqueto monumento se ha convertido en lugar de culto. Desde el barrio de Arenas, que es donde se encuentra ubicada, y a esa altura, divisamos parte de nuestro trayecto. Al frente la Iglesia de San Pedro ( con dos magníficos retablos barrocos ) y Riclones respectivamente. Hay que detenerse para deleitarse con lo que ven nuestros ojos. Ladeamos la cabeza mientras saboreamos un queso de oveja comprado en la zona para divisar la carretera que nos llevará a Celis, La Cotera, Puentenansa, Cosío… No hay tiempo que perder, masticamos el último trozo del «quesuco» y nos encaminamos a descubrir los encantos de Rionansa.
Dejamos a nuestras espaldas el embalse de Palomera y el transcurrir del río Nansa por donde se accede a la Cueva de Chufín con numerosos grabados realizados tanto mediante incisión como abrasión. Arenas es un pequeño núcleo ubicado a ambos lados de la carretera y donde los prados con cerramiento de piedra componen un paisaje único. Llevamos caminando un rato y la carretera se subdivide en dos caminos. Este punto es conocido por el Canal de Bujones y nos permite adentrarnos en Rionansa dirección a la Herrería a la derecha o Célis a la izquierda. La Herrería es un núcleo pequeño, apenas 12 casas de piedra y balcones que muestran aún hoy en día las mazorcas de maíz. Las chimeneas ahúman en los tejados a nuestro paso y el agua del Nansa suena de fondo mientras bajamos una pequeña pendiente que nos acerca a un maravilloso puente del S. XVII. El poder y la majestuosidad de la naturaleza se apoderan del paisaje mientras descubrimos La Molina con su molino de agua y una fábrica de luz que fue construida en 1911. Estamos llegando a Celucos y aquí, no podemos desperdiciar la ocasión de degustar lo más tradicional de la zona : el cocido montañés. La gastronomía de Cantabria es una de las más importantes de toda España por sus productos únicos. De hecho, algo único y especial es la combinación de alubia de calidad y berza. Sentados alrededor de una mesa de madera recibimos alegres un puchero con un buen cocido y como manda la tradición el » compango» ( así se llama al chorizo, a la costilla, al tocino…que acompaña al cocido en Cantabria) llega en una fuente y nos servirá como uno de los mejores segundos platos que nos ofrece la tierra.
Mientras mordemos un trozo de pan casero relleno del chorizo del cocido, nos sugieren bajar la comida con un paseo hasta Riclones y los Picayos. El camino se transforma en delicia cuando pasamos por la Iglesia de San Pedro y descubrimos al llegar a los pueblos las zonas cultivables más importantes del Valle. Retomamos nuestro viaje y toca volver sobre nuestros pasos hasta La Herrería, pero en esta ocasión descubrimos un camino «píndio» de piedra y tierra que nos deja junto a las antiguas escuelas de Celis. Aquí, en la plaza que tenemos al lado, se celebra la romería de San Pedro.
Más tarde, cuando el café y el recuerdo terminen este relato nos centraremos en los encantos de Celis y de Cosío.
Tomamos las curvas de la carretera como guía hacia la capital de Rionansa. A pocos kilómetros nos espera Puentenansa y en el trayecto el saludo es continuo. Junto a vecinos de La Cotera y Las Bárcenas que dominan la zona a la perfección, encontramos turistas que pasean la orilla mientras fotografían el relieve montañoso que dejamos a nuestro paso. Pasadas las cinco de la tarde, llegamos a Puentenansa y descubrimos el centro administrativo del valle ( gasolinera, bancos, farmacia, comercios…) La montaña de Cantabria también ofrece los servicios necesarios y aquí los encontramos en la capital. También aquí descubrimos el nuevo Ayuntamiento de Rionansa y la sede de la Mancomunidad de Municipios » Nansa», Saboreamos un café de puchero mientras nos cuentan que las casas de la ladera pertenecen a Cabrojo y las del otro lado del Nansa a Rioseco. La señora, que ahora nos ofrece un plato de leche frita. se recrea explicando que un poco más arriba del valle, dirección a Cosío, encontraremos Pedredo hacia la Collada de Ozalba, en una ubicación privilegiada y Obeso, con sus vistas únicas, que posee la Torre de Rubín de Celis, tambien conocida como Torre de Obeso, un torreón de carácter defensivo, de planta cuadrada y cuatro alturas.
Camino a Cosío recuerdo las fiestas que disfruté de pequeño. San Pedro, El Carmen, la Virgen de la Salud, Santiago y Santa Ana, esta última en Rozadío el pueblo donde llama especialmente la atención la presencia de una infraestructura hidráulica, la de Saltos del Nansa. Además aquí existe un coto de pesca de trucha y salmón. Las romerías y las verbenas se convertían en los acontecimientos del verano y nos pasábamos dos meses de pueblo en pueblo celebrando todas sus fiestas. Sin embargo, si alguna hubiera que destacar es San Miguel, el 29 de septiembre , celebrada en el «prao» junto al que caminamos. Y es que Rionansa se viste cada año de fiesta para festejar la feria más importante. Vacas, toros, ganaderos… y buen ambiente. Hoy en día es un acontecimiento tan seguido que durante esa jornada el acceso al valle es bastante complicado.
Como antaño, lo que e capaz de mostrar el Mirador del Escajizu o la fuerza sobre la zona que ejerce el » Picu Bon» me han dejado maravillado. Sentado sobre un muro de piedra ubicado en la falda de Peña Sagra, el punto más alto de Rionansa, diviso San Sebastián de Garabandal, el trasiego de fieles que suben la pequeña colina que da acceso a la zona donde se produjeron unas apariciones marianas entre los años 1961 y 1965 genera un murmullo permanente. El pueblo ha cambiado desde entonces. Se convirtió en lugar de culto no reconocido por la iglesia pero con fieles que llegan desde diversas partes del mundo. Llegados a este punto, he de hablar de Celis y Cosío..
Mi parada en Celis ha tenido mucha carga sentimental. Esas calles por las que yo tanto corrí se caracterizan por su interesante arquitectura popular, muy bien conservada, que recoge un amplio muestrario de las tipologías arquitectónicas tradicionales de Cantabria.Destaca por su interés la casa de » La Campa», aunque yo la recuerde más por un dóberman que siempre etuvo en la puerta, observando mis movimientos pero sin llegar a ladrar. Ahora además de los vecinos que caminan con el ganado por los accesos a los «praos», encontramos familias completas discurriendo por rutas de senderismo perfectamente preparadas. En 1983 Celis recibió el premio nacional al embellecimiento como uno de los pueblos más bonitos de España y hoy además ofece una de las propuestas gastronómicas y de hospedaje más importantes de esta zona de Cantabria.
Como me contó un buen día el alcalde de Rionansa » Celis además es un pueblo y concejo inigualable en su legado de restos ancestrales. Una treintena de cuevas albergan restos arqueológicos de la Prehistoria». Cosío sin embargo es un » Núcleo de marcado carácter medieval y una historia por descubrir. De allí descienden personajes ilustres como Jose María de Cosío». El pueblo ofrece » cinco molinos, una ferrería con producciones de quintales que duplican a las más próximas, dos torres medievales, y la concesión del Rey al señor de Cosío el poder de ajusticiamiento propio lo que dio lugar a que la plaza central se denomine La Picota en la que se ajusticiaban a los reos». Me maravillo contemplando la Casa de la Panda, la Casa de la Llosa y La Casona. Como bien argumentaba el primer edil, » ofrecemos al viajero la verdadera esencia de la gente rural del norte, con paisajes inolvidables por la especulación urbanística y el turismo desmesurado. ofreciendo la posibilidad de conocer una forma de vivir ancestral y auténtica.
Como parte final del recorrido, visitamos el motor turístico de toda Cantabria en la actualidad, el Soplao. Convertido hoy en una cavidad única a nivel mundial por la calidad y cantidad de las formaciones geológicas, la cueva fue descubierta accidentalmente durante las labores de perforación minera aprovechada posteriormente para la extracción de minerales y esta propuesta además como » Lugar de interés geológico español de relevancia internacional». Un lugar único en el mundo que debe recordarnos también que aquí muchos mineros perdieron su vida, bien lo saben las familias de todo el valle.