Redacción (Madrid)
Albarracín, una joya anclada en las estribaciones de la Sierra de Albarracín, se erige como un testamento vivo de la historia y la arquitectura medieval en España. Este pequeño municipio, situado en la provincia de Teruel, ha conquistado corazones con su encanto pintoresco y su rica herencia cultural.
El casco antiguo de Albarracín es un laberinto de callejones empedrados y edificios de colores cálidos que parecen haber emergido directamente de un cuento de hadas. Sus murallas, que datan del siglo X, rodean la ciudad y ofrecen una vista panorámica impresionante de la región circundante. Este conjunto amurallado, declarado Monumento Nacional en 1961, transporta a los visitantes a un pasado lejano, donde caballeros y damas caminaban por las mismas calles adoquinadas que hoy exploramos.
El punto focal de Albarracín es, sin duda, la catedral del Salvador. Este majestuoso templo gótico-mudéjar, construido entre los siglos XIII y XVI, domina el horizonte con su imponente presencia. El interior de la catedral alberga tesoros artísticos, como retablos y esculturas, que narran la historia espiritual de la región.
Los amantes de la historia encontrarán en Albarracín un deleite continuo al pasear por sus museos. El Museo Diocesano, ubicado en el antiguo Palacio Episcopal, exhibe una rica colección de arte sacro que documenta la influencia religiosa en la vida cotidiana de la época. Por otro lado, el Museo de Juguetes Tradicionales transporta a los visitantes a la infancia de generaciones pasadas con su asombrosa exhibición de juguetes antiguos.
La naturaleza también juega un papel destacado en la experiencia de Albarracín. Las aguas del río Guadalaviar serpentean alrededor de la ciudad, brindando oportunidades para relajantes paseos junto al río. Los más aventureros pueden explorar las inmediaciones de la Sierra de Albarracín, un paraje natural que ofrece rutas de senderismo y la posibilidad de disfrutar de la belleza virgen de la región.
La gastronomía local es otro deleite para los sentidos. Los platos tradicionales, como el cordero a la pastora y el jamón serrano, revelan la autenticidad de la cocina de la zona. Los restaurantes locales, muchos de los cuales se encuentran en edificaciones centenarias, proporcionan un ambiente acogedor y una experiencia culinaria inolvidable.