Redacción (Madrid)
Ubicada en medio del vasto Océano Pacífico, a más de 3,700 kilómetros de la costa chilena, la Isla de Pascua, conocida localmente como Rapa Nui, es uno de los destinos más enigmáticos y fascinantes del mundo. Este pequeño territorio, famoso por sus monumentales estatuas de piedra conocidas como moáis, guarda una rica historia cultural y una belleza natural incomparable.

Se cree que los primeros habitantes polinesios llegaron a Rapa Nui alrededor del siglo XIII, desarrollando una civilización única y aislada durante siglos. Según la tradición oral, el primer rey, Hotu Matu’a, lideró la colonización de la isla. A pesar de su tamaño reducido (163,6 km²), Rapa Nui logró prosperar, creando una cultura compleja con una escritura jeroglífica (rongorongo), sofisticadas técnicas agrícolas y, por supuesto, la construcción de los imponentes moáis.

Los moáis, tallados en toba volcánica, representan a los ancestros y líderes de la isla. Estas estatuas, que llegan a medir hasta 10 metros y pesar más de 80 toneladas, fueron colocadas sobre plataformas ceremoniales llamadas ahu. Más de 900 moáis están dispersos por toda la isla, pero muchos permanecen en Rano Raraku, la cantera principal donde se esculpieron. Su creación y transporte continúan siendo un misterio que intriga a arqueólogos y visitantes de todo el mundo.

La geografía de la Isla de Pascua es igualmente impresionante. Tres volcanes inactivos —Rano Kau, Poike y Terevaka— dominan su terreno. Lugares como la Playa Anakena, con arenas blancas y aguas turquesas, contrastan con las formaciones rocosas y acantilados que rodean la isla. Además, el cráter del volcán Rano Kau alberga una laguna espectacular y es el sitio del antiguo poblado ceremonial de Orongo, famoso por la competición del Hombre Pájaro (Tangata Manu), una tradición que marcó el cambio en la religión y el poder político de los isleños.

Hoy, la Isla de Pascua es un crisol de historia y modernidad. Sus habitantes, mayoritariamente descendientes de los antiguos polinesios, conservan vivas sus tradiciones a través de su idioma, bailes y ceremonias. El festival Tapati Rapa Nui, celebrado en febrero, es una expresión vibrante de esta cultura, con competencias tradicionales, música y danzas típicas.

En 1995, la UNESCO declaró el Parque Nacional Rapa Nui como Patrimonio de la Humanidad, reconociendo su valor cultural y arqueológico. Aunque el turismo es una fuente crucial de ingresos, las autoridades locales y los isleños trabajan arduamente para preservar su patrimonio natural y cultural, promoviendo prácticas sostenibles.

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