
Redacción (Madrid)
Dubái, Emiratos Árabes Unidos — En el corazón del desierto, donde las dunas se encuentran con los rascacielos, existe una ciudad que parece vivir en el futuro sin olvidar su pasado. Dubái, ese oasis de innovación y opulencia, se ha convertido en un destino de ensueño para viajeros de todo el mundo. Pero, ¿qué pasa si solo tienes 24 horas? Aquí, una crónica condensada de un día inolvidable en la ciudad del exceso.
06:00 — Amanecer en el desierto
El día comienza antes de que el sol toque el horizonte. A solo 45 minutos del centro, un safari por el desierto te transporta a otra dimensión. Subido a un 4×4, cruzas dunas doradas mientras el cielo se tiñe de naranja. Al llegar a un campamento beduino, un desayuno tradicional con dátiles, café árabe y pan recién hecho espera bajo una tienda de tela negra. Es una experiencia que conecta con la raíz nómada de la región, en total contraste con la ciudad futurista que se alza a pocos kilómetros.

09:00 — Vuelta al presente en Burj Khalifa
De vuelta a la ciudad, es hora de subir al edificio más alto del mundo: el Burj Khalifa. Desde el mirador del piso 148, la vista es sencillamente vertiginosa. El mar, el desierto y los rascacielos se funden en un horizonte imposible. La ciudad se ve diminuta desde las alturas, pero cada estructura, cada avenida, está pensada con precisión milimétrica.
11:00 — Compras en el Dubái Mall
A los pies del Burj Khalifa, el Dubái Mall no es un simple centro comercial: es un espectáculo. Con más de 1,200 tiendas, un acuario gigante, pista de hielo y hasta una cascada interior, es fácil perderse entre boutiques de lujo y vitrinas futuristas. Pero más allá del consumo, aquí se respira el deseo de hacer todo «más grande, más alto, más impresionante».
13:00 — Almuerzo en el cielo
La comida es una fusión de culturas. En el restaurante At.mosphere, ubicado en el piso 122 del Burj Khalifa, se sirven platos internacionales con un toque gourmet. Filete wagyu, ceviche de camarón, caviar. Todo mientras la ciudad se extiende a tus pies.
17:00 — Té al estilo árabe en el Creek
A bordo de un abra, una barca tradicional, se cruza el Dubái Creek, donde la ciudad comenzó. En la otra orilla, los zocos de especias y oro ofrecen aromas, colores y regateos que te hacen olvidar el lujo artificial. Un té con menta en alguna terraza frente al canal te recuerda que, pese a todo, Dubái sigue siendo un puerto.
20:00 — Cena y espectáculo en la Marina
La noche cae y Dubái brilla. Literalmente. En la Marina, los rascacielos iluminan el agua con reflejos de neón. En el restaurante Pier 7, una torre de siete pisos gastronómicos, la cena es tan visual como sabrosa. Sushi, cocina libanesa, carnes a la brasa: todo servido con vistas a los yates y a la noria gigante Ain Dubai.