
Redacción (Madrid)
Un fin de semana en el Principado de Mónaco es mucho más que una escapada, es una inmersión en el lujo, el glamour y la elegancia que definen uno de los destinos más exclusivos del mundo. Entre acantilados dorados por el sol y aguas cristalinas del Mediterráneo, todo parece diseñado para el placer de vivir despacio, con clase y sin límites.

El viaje comienza con una llegada espectacular en helicóptero desde Niza, apenas siete minutos de vuelo para aterrizar directamente en el corazón de Monte-Carlo. El Hôtel de Paris Monte-Carlo, símbolo del refinamiento monegasco, recibe a sus huéspedes con un servicio impecable y suites donde los detalles hablan de historia y sofisticación. Desde allí, una cena en Le Louis XV, el restaurante de Alain Ducasse con tres estrellas Michelin, marca el tono de la experiencia. Platos sublimes, maridados con vinos de colección, preparan el escenario para una noche en el Bar Américain, donde los cócteles clásicos y la música en vivo transportan a la Belle Époque con un giro moderno.

La mañana del sábado comienza con un desayuno frente al mar, seguido de una excursión en yate privado por la Riviera Francesa. Navegar junto a Èze, Cap Ferrat y Villefranche-sur-Mer es un espectáculo natural enmarcado por el confort absoluto, champagne incluido. De vuelta en tierra, el almuerzo tiene lugar en La Vigie, club costero donde el Mediterráneo casi toca la mesa. El resto de la tarde se dedica al bienestar en los Thermes Marins Monte-Carlo, donde los tratamientos exclusivos y las vistas al horizonte ofrecen un respiro profundo.

Un paseo por el Carré d’Or abre paso a la tentación del shopping de alta gama, con nombres como Chanel, Hermès y Cartier marcando el paso por calles que son casi pasarelas. Por la noche, una experiencia gastronómica diferente espera en Yoshi, el restaurante japonés de Alain Ducasse, íntimo, preciso y lleno de matices. Luego, la cita con el Casino de Monte-Carlo se convierte en ritual. Ya sea para una partida de ruleta o simplemente para absorber su atmósfera legendaria, el lugar impone. Para quienes desean extender la noche, Jimmy’z Monte-Carlo ofrece un ambiente vibrante, exclusivo y lleno de energía hasta el amanecer.

El domingo se toma con calma, con un brunch en el Café de Paris Monte-Carlo, donde se mezcla la alta cocina con el espectáculo urbano de coches de lujo y personajes elegantes. Un paseo por la roca conduce al casco antiguo, al Palacio del Príncipe y a los jardines de Saint-Martin, rincones donde la historia y el paisaje se funden con armonía. Una última pausa en el Hôtel Hermitage para un café con vistas o un tratamiento exprés en su spa pone el broche final antes del regreso. Ya sea en helicóptero o limusina, la despedida no pierde estilo.

Un fin de semana en Mónaco no se mide en horas, sino en momentos. Y en este rincón donde todo brilla, incluso el tiempo parece detenerse para que uno nunca quiera marcharse.