Tamara Cotero
Destinos que nos hacen aflorar sentimientos y nos erizan la piel, este es uno de ellos, vamos a visitar el cementerio del Barrio Judío, pero antes respiramos un poco de la historia que nos rodea, este Barrio es un antiguo gueto judío, cuyo origen de su asentamiento se data en el s.XII pero no fue hasta el año 1850 en el que se derribaron sus muros para anexionarse a la ciudad de Praga, obteniendo los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. Tenemos que visitar la sinagoga Pinkas, una de las 6 que sobrevivieron a la remodelación del gueto judío y que tenemos que atravesar para acceder al cementerio. Construida por Aaron Meshullam Zalman Horowitz en 1535, erigió una casa de oración privada entre su propia casa y el viejo Cementerio Judío. Tras la reconstrucción al principio de los años 50 el interior de la sinagoga se convirtió en un monumento a los judíos checoslovacos víctimas de los nazis, donde en sus paredes están inscritos todos sus nombres, su número se elevó a casi 80.000 y la búsqueda de otros continúa.
El objetivo no consiste sólo en conmemorar el holocausto sino también devolver los nombres a las víctimas identificadas con nada más que números en el momento de su muerte. En la actualidad la sinagoga acoge también una exposición de dibujos hechos por niños en el campo de concentración de Terezín, entre los prisioneros había más de 10.000 niños menores de 15 años al ser apresados, con más de 4.000 dibujos originales de estos niños, que dejaron representados sus testimonios y único recuerdo que queda de los que no sobrevivieron. Después de esta visita, y con el corazón ya en un puño, con los sentimientos que nos genera la imagen de todos esos nombres que nos rodean accedemos al cementerio judío, el más antiguo de Europa, enclavado en el Barrio Judío de Praga, que durante 300 años fue el único lugar donde se permitía enterrar a los judíos en la ciudad. A pesar de las ampliaciones que se hicieron durante esos siglos a medida que se iban quedando sin espacio, llegó un momento en que comenzaron a enterrar por estratos, hay hasta 12 capas por lápida, se contabilizan unas 12.000 y se cree que hay 100.000 personas enterradas, según la Halajá o ley judía, no se pueden destruir ni transportar sus tumbas, por lo que se vieron obligados a esta práctica. La primera lápida data de 1.439 y el último enterramiento fue en 1.787, permanece intacto ya que los nazis decidieron no tocar el cementerio en memoria de un pueblo extinto. La imagen de las lápidas apiñadas, a nuestro paso y la historia que las rodea nos encoge el alma y nos corta la respiración, pero es una visita indispensable si visitamos Praga.